México ha sido un país muy rico en materia del uso de técnicas de Bellas Artes (del expresionismo original especialmente) con José Clemente Orozco, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Frida Khalo, entre otros. De ahí la riqueza de Aída Emart, pintora del México de hoy y heredera de un patrimonio artístico ricamente matizado con mil y un colores.
La encontré no hace mucho y al descubrir su obra, no pude menos de gritar: “¡Eureka! ¡Eureka!”, como dijo Arquímedes. Desde ese momento y hasta ahora su obra me ha causado buena impresión.
Aída Emart, una de las grandes figuras del arte contemporáneo, para mí es, simplemente, una pintora de éxito. Desde su ventana, formada por el marco de sus cuadros, se descubre un magnífico panorama, un espectáculo de luz. Ella no desciende del vacío, sus referencias tienen que ver con el patrimonio de su vida, de la historia y del país. Su estilo es peculiar y en eso estriba el secreto de su distinción como pintora perseverante que sabe adónde va sin perder el filo del viento.
Ella no cesa de pintar al dictado de cierta mirada anticipada interiorizando lo vivido y con un atroz deseo de abrevar en este río de experiencias que recibe varias afluentes.
Emart retrata en sus pinturas la vida de los limpios de corazón a través de la exposición de los hechos. Su imaginación no tiene límites, no cesa de viajar por todos los rincones de su memoria y de lo que la rodea: infancia, patrimonio, realidad, libertad,
humanidad, amor, ecología, etc…
Su estilo no puede parangonarse con el de Botero, por ejemplo, pero, a veces, bajo el “efecto mariposa”, cuya teoría dice que “un simple aleteo puede cambiar el mundo”, su mirada exploradora, se enriquece con otros inter-colores: hay un poco de aculturación en sus pinturas inspiradas en Botero. Ha logrado hacerlo a título de experimento y concienzudamente. Esas mujeres gordas de piernas y cabellos largos se refieren a ese contexto.
En sus pinturas están el árbol y las raíces, la evocación del pasado, la vuelta a la fuente o al útero, la alegría que se refleja en sus colores fuertes, vivos, buscando refugio en la blancura de la infancia; de ahí la inocencia de los colores que hacen la primavera del instante.
Su mundo comprende la idea y sus alrededores bajo un pincel loco.
Como pez en el agua, Emart suele unir lo útil con lo agradable para pintarlo de azul o usando todos los matices sin olvidar el collage o el dibujo del natural.
El color es el espejo del alma y Aída es de índole curiosa. Por amor al arte, pinta en un ambiente festivo sus memorias y la música de los colores.
Sí, "la Revolución está en las Ideas" y también en la mirada de Aída Emart.
Tag der Veröffentlichung: 06.11.2010
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