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Dedicatorias, Vol I.

 

 

 

 

 

 

 

 

ÍNDICE

Prólogo………………………………………………………............ 3

Palabra (I)……………………………………………………............ 4

Incesante ruido (II)………………………………………………….. 5

Diferencia (III)………………………………………………............. 7

Flor (IV)…………………………………………………………….. 8

Carencias (V).………………………………………………............ 11

Libro (VI)…….……………………………………………………. 12

Nervio (VII).……………………………………………….............. 15

Ambiente (VIII)……………………………………………............ 16

Mi mente (IX)……………………………………………………… 17

Instante (X)………………………………………………………… 19

Pensamientos (XI)…………………………………………............. 20

Canción (XII)………………………………………………............. 23

Mi fortuita suerte (XIII)……………………………………............. 25

Depresión (XIV)……………………………………………............ 26

Paz (XV)……………………………………………………............ 28

Trilogía de una historia de Instagram (XVI)……………………….. 29

Nada (XVII)………………………………………………………... 32

Cero (XVIII)……………………………………………………….. 33

Soledad (XIX)……………………………………………………... 34

Miedo de ti (XX)…………………………………………………… 35

Saludo (XXI)…………………………………………………......... 37

Sueño (XXII)…………………………………………………......... 38

Cárcel mental (XXIII)……………………………………………… 39

Tusa (XXIV)………………………………………………….......... 40

Trenza (XXV)……………………………………………………… 41

Calor (XXVI)…………………………………………………......... 42

Uno de esos días (XXVII)……………………………………... 43

Idiota (XXVIII)………………………………………………... 46

Sonrisa (XXIX)………………………………………………... 48

Musa (XXX)………………………………………………….... 50

Recuerdo (XXXI)…………………………………………….... 52

La última vez (XXXII)………………………………………… 54

Poesía (XXXIII)……………………………………………….. 55

Niño (XXXIV)………………………………………………… 56

Dedicatorias (XXXV)…………………………………………. 58

 

 

 

Mi vida se basa en dedicatorias. Vivo dedicando pensamientos y sentimientos a las cosas y personas que ocurren en mi vida y me importan y poco saben de esto. Siempre estoy pensando en una frase, un poema, una canción, una rosa, un mensaje que regalar a alguien o algo que pase por mi lado y tiendo a callármelo: el verso me ha ofrecido una forma de gritar lo que en silencio guardo y aquí está la prueba de ello (aunque dudo mucho haberlo conseguido). El objetivo de este poemario es mostrar todos los sentimientos –buenos, malos y no tan buenos ni tan malos– que dedico introvertidamente a lo que me rodea, una forma de abrirme como no puedo con nadie –ni siquiera conmigo mismo– y de intentar conocerme (creo que me conoce más el folio que yo, más que todos, más que nadie). Estos son mis amores, mis depresiones, mis ilusiones, mis soledades, mis galerías, mis secretos que ni yo conocía. Estas son mis dedicatorias. Esta es mi caótica vida. Este es mi ansioso corazón. Esta es mi descuidada cabeza. Sean bienvenidos a mi secreto desorden.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Palabra – I.

No sé si busqué a la palabra o ella me quiso,

pero vibró

todo en mí cual sismo;

porque entre las voces «world» y «word»

sólo hay un signo

(algo así como «libre» y «libro»),

y qué quieren que diga, si para mí son lo mismo.

 

A la palabra, que forjó mi mundo, salvándolo e impregnándolo con letras.

 

 

 

Incesante ruido – II.

Ruido: platos rotos;

ruido: años perdidos;

ruido: viejas fotos[…]

 

Ruido mentiroso,

ruido entrometido,

ruido escandaloso;

silencioso ruido…

 

Ruido acomplejado, […]

ruido del pasado,

descastado ruido…

 

Ruido como sables,

ruido enloquecido,

ruido intolerable,

Ruido incomprendido[…].

–Joaquín Sabina.

 

La anti-quietud de mi ambiente agravia mi vida:

todo es movimiento y ruido incesante

sin siquiera de tranquilidad un instante

provocando desorden en mi mente, que cae abatida.

 

Las sendas del deterioro hacen mella en mí

y ya me son habituales las ojeras,

debidas a días completos sin dormir

porque el ruido de Ansiedad me refrena

las pocas horas de silencio que me quedan.

 

Si pudiera escapar de aquí y olvidarlo todo,

resetear mi vida y borrarla para siempre,

lo haría sin duda. Necesito estar solo

y en silencio y dejar de ver y oír a la gente.

 

Si he de morir para que mi vida desaparezca,

ansioso espero a que Muerte venga

y bajo el felpudo le dejo la llave de la puerta.

 

Al incesante ruido que tiene mi vida y mi cabeza patas arriba.

 

Diferencia – III.

Somos tan diferentes

que en mundos paralelos

seríamos gemelos

de los mismos vientres.

–Brock Ansiolítiko – (In)diferentes.

Ella tan sol,

yo tan luna.

Ella tan de carne y prosa,

yo tan de verso y hueso.

Ella tan musa de estrofas,

yo tan berserker del verso.

Ella tan presidiaria del vicio,

yo tan prófugo del deseo.

Ella tan calculadora,

yo tan improvisador.

Ella tan cariñosa,

yo tan frío.

Ella tan lectora empedernida,

yo tan poeta maldito.

Ella tan dama,

yo tan vagabundo.

Ella tanto,

yo tan poco.

Ella el Amor de mi vida,

y yo el perversor de la suya.

 

A la diferencia que se difiere en mi vida.

Flor – IV.

Quiero verte sonreír, aunque no tengan mi nombre tus motivos,

ni compartan mis hijos tus apellidos.

–Rafa Espino.

Aun a sabiendas de la existencia de tu Amor,

no fui tras de ti,

y esa fue la mayor muestra de Amor

que te di.

 

Conmigo, hazme caso, hubieras perdido

más de lo que hubieras ganado:

sé que te hubieras perdido en tu camino

por arraigarte de mi mano;

y eso no lo puedo permitir;

lo siento, pero no:

yo no estoy bien así,

pero tú sí,

y eso es lo que me reconforta

en noches como esta –que se quedan cortas–

y amanezco insomne cubierto de lágrimas absortas.

 

Sé que crees que soy una buena persona,

pero perdona,

no me conoces tanto –o tan poco– como yo;

sé que ahora quizá lloras,

pero créeme, es lo mejor:

tú algún día conocerás

a alguien que te haga bien

de verdad

y llene de sabor tu hiel,

y entenderás

que no soy así.

Por eso me fui de ti.

Por eso desaparecí.

Por eso borré mi carmín.

Por ti. Sólo por ti.

Algún día me creerás.

 

Te prometo por lo que más quiero –que eres tú– que cuando todo vaya bien iré a buscarte. No me aguardes despierta ni desperdicies oportunidades por vivir a mi espera.

 

Tú pensarás que no te quiero,

porque me alejé,

porque no doy muestras externas

del amor que late en mí.

 

Si tú supieras que mi cariño,

que mi amor es como la vida,

fruto en la rama del olivo

que florece aun cuando nadie mira.

 

En mi silencio te hablo.

 

En mi ausencia te busco.

 

En mi alegría te lloro.

 

En mi huida te persigo.

 

Y ahora que no estás

sueño que aprendo a bailar.

 

Sólo para poder bailar contigo.

–Sharif Fernández.

 

Y ahora que no estás

sueño que aprendo a tocar.

 

Sólo para que tu recuerdo me cante al oído…

 

A la Flor que, por su bien, jamás deshojé.

 

 

Carencias – V.

Aunque me dedico a las palabras, hoy no tengo qué decir.

–Wos.

 

Soledad me está golpeando y acudo al verso como válvula de escape,

pero hoy no es escudo suficiente.

No soy capaz de plasmar lo que siento, y es tan hiriente

como nunca me ha sido casi nadie.

 

¿Por qué no puedo escribir como los poetas,

esos genios capaces de hacer del crepúsculo un ocaso?

Soy un simple mortal hablando el idioma de los dioses

con unos fraseos tan mediocres

que han lanzado mis maletas

a patadas del Parnaso.

 

Mi mente no se pone de acuerdo con el lápiz,

ni con el negro ni el azul y

ésta es capaz de separar

el lapis

del lazuli

mientras que mis manos a Poesía hacen tanto mal

que abandone esto mejor será…

 

A las carencias versales que padezco.

 

Libro – VI.

Ese momento en el que sabes que no eres una triste historia. Estás vivo. Y ves las luces en los edificios y todo lo que te hace preguntarte, y estás escuchando esa canción con la gente que más quieres, en ese momento juro, somos infinitos.

[…]

aunque no tengamos el poder de elegir de dónde venimos, todavía podemos elegir adónde vamos.

–Anónimo [«Charlie» (Stephen Chbosky)].

 

31 de agosto de 2020

Querido libro:

Has sido mi compañero durante este agosto anómalo

en el que he tenido tantos altibajos

y me he sentido tan raro.

Solo y raro: distinto, en un bucle negativo y tóxico;

sin ser capaz de disfrutar de tantas cosas

y prefiriendo aislarme y contactar con nadie.

 

Has sido una de las pocas buenas cosas de este angosto mes,

mi querido acompañante en noches eternas

que se hacían demasiado extensas

aun renegando del café.

 

Madrugadas enteras acompañado de Charlie y sus libros,

de su familia, sus amigos, su gustoso camino,

sus pensamientos tan sufridos

y sus tristes y asquerosos cigarrillos.

 

A Charlie, con el que he disfrutado

y sufrido a partes iguales;

a Charlie, que me ha enseñado

que ser raro

no es mal de nadie;

a Charlie, cuya compañía me hizo sentir infinito

y rompió mi coraza, dura cual granito.

A Charlie, a Sam, a su belleza nada convencional

y a su Amor a trompicones.

A «Nada» Patrick y su valor,

quien siempre orgulloso se mostró

de ser «uno de esos maricones».

A Michael y a Susan y su historia con un mal final.

A la hermana de Charlie, que en el niño poco normal

aprendió a confiar

y todo lo relacionado con su pareja decidió abortar.

Al abuelo que, aunque liante, los ama a su peculiar manera;

al hermano de Charlie, quien lo conseguía frenar

y comprender sus maneras

y volvió diferente de la uni… ¡Quién lo ve y quién lo viera!

A las fiestas que vivieron,

a la máquina de escribir,

al brownie maldito,

al profesor bendito

que vio brillo en un especial chico;

a las salidas nocturnas,

al psiquiatra que, quizá, sí formulaba correctas preguntas,

al LSD que a Charlie casi lleva a la tumba…

Al chico marginal

que mostró lo equivocados que son los prejuicios

y que a veces no es malo un buen vicio.

 

A las cartas que me han enseñado que debo ser sincero

conmigo mismo y también con los demás;

que, en lugar de tanto sobrepensar, actúe sin más,

que me deje llevar;

que me permita a mí ser yo mismo, y que tengo que conocerme primero

si a alguien quiero

intentar ayudar…

 

A las cartas de un anónimo que me conoce mejor que yo

y lo equivocado que estoy con todo me mostró…

A la canción que a dormir un gran letargo me ayudó.

 

A Las ventajas de ser un marginado,

que ha hecho de un pequeño libro

mi casa.

 

Y a quien me lo recomendó,

a todo el cariño que le guardo

y a todas las cosas bonitas de esta historia

que le he dedicado.

 

Gracias.

 

Al libro que parece escrito para mí y que llenó de luz mi alma. Gracias, Charlie; gracias, Stephen Chbosky; gracias, Flor; en este libro habrá siempre un trozo de mi añorada inocencia a modo de marcapáginas.

Con mucho cariño,

alguien a quien habéis salvado la vida.

 

Nervio – VII.

La gente me vacía. Tengo que alejarme para volver a llenarme.

–Charles Bukowski.

La insilente multitud agravia mi laburo

y los relámpagos de mis venas impregnan mis páginas:

se bañan mis láminas

de lágrimas

y anegan la creación de versos del destierro oscuro.

 

Sólo ansío unos segundos de silencio

para poder ser tranquilo;

algo de Soledad para bailar un vinilo;

o un corte en mi hilo

que termine con el alboroto de lo incierto.

 

No puedo soportar tanto ruido,

que sonoriza dentro de mí mi austera intranquilidad

y se amiga con ella. Aparece Ansiedad

y sobre mí obtiene tal potestad

que es capaz de enviar la paz

al olvido.

 

Al nervio que me es la sociedad.

 

Ambiente – VIII.

Estoy cansado de que el ruido no pare:

no aflora en mí la concentración versable

y parezco un irresponsable

que llora excusas a mares.

Ojalá lo fueran: meras expresiones insignificantes,

pero es todo lo contrario:

es una pesadez tan grande

que tiene mis ganas de seguir adelante

viviendo del mal fario

del ambiente tan estrafalario

e inquieto de mi desdén.

La televisión siempre a voces,

gritos en mis oídos a coces;

odio por esta vida con ruido de nombre:

Ansiedad con mí haciendo roce.

 

Que os calléis ya, joder.

 

Al ambiente que tiene mi vida consumida.

 

Mi mente – IX.

Redúceme la cabeza

pero auméntame la calma.

–Gloria Fuertes.

No hay peor cárcel que la propia mente,

que se expropia de todo aquel elocuente

y roba toda su vida, propiamente.

 

La mente es un acertijo carente de pistas,

un rompecabezas ambiguo falto de piezas;

la mente es aqueste mayor de los enigmas,

una pregunta retórica vacía de respuestas.

 

Es difícil explicar lo que no se entiende,

es complejo rimar sobre algo desconocido;

cuesta encontrar para ello un motivo.

No se podrá descifrar tan fácilmente

aquel problema que tiene derruido

a cualquier aquel que piense.

 

El autodesconocimiento

es el sentimiento

más duro que existe,

pues es todo lo contrario a lo que la sociedad exige,

una sociedad que a enseñar a conocerse se elide;

negando una enseñanza sobre salud mental si se pide…

Ya llorarán cuando sean los tontos quienes gobiernen

y sean todos los inteligentes

quienes se suiciden.

 

A mi mente, casi tan desordenada como mi vida.

 

Instante – X.

Te vi pasar

y jamás

Ansiedad

fue tan hermosa.

 

Me quedé embobado

recordando el pasado

contigo a mi lado:

por fin me alegró salir.

 

Porque viéndote

siento que

piérdome,

y así está bien.

 

Despierto soñé con ser María:

así contigo cada día saldría

y sólo serías amiga. Querida mía,

me tienes en los huesos.

 

Al instante que me quitó el sentido y agravó mi sentimiento.

 

Pensamientos – XI.

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.

–Pablo Neruda.

 

No puedo evitar que tu recuerdo

revolotee por mis pensamientos

mientras miro las estrellas

sumido en la lunática oscuridad de mi cuarto.

No puedo evitarlo.

 

No puedo evitar fantasear con la vida

que hubiéramos tenido si yo no fuera tan cobarde.

No puedo evitarlo.

 

No puedo evitar llorar y reír inventando

las historias que jamás ocurrirán

en ningún lugar que no sea mi fantasía,

–pero me vale, pues al menos, en un lugar

sí estamos juntos y somos felices–.

No puedo evitarlo.

 

No puedo evitar todo lo pendiente dejar de lado

para escribirte y dejar plasmos de dichos recuerdos

en el silencio sempiterno de un verso:

así seremos eternos

y, en caso de ser recordados, lo seremos juntos

–al menos, ya estaríamos juntos en dos lugares,

aunque jamás lo estaremos corpóreamente–.

No puedo evitarlo.

 

No puedo evitar roer el hueso de la desidia

que hice de nuestra cohesión,

del que sólo queda un vestigio de cartílago.

No puedo evitarlo.

 

No puedo evitar pensar que te he superado,

que ya no significas nada para mí,

que ya no necesito verte, ni ser contigo;

entonces, veo una flor, leo un poema,

escucho una canción o te veo en un sueño

y, sin darme cuenta, me encuentro gritando

tu nombre, Amor, a los cuatro vientos.

No puedo evitarlo.

 

No puedo evitar soñar con tu aroma floral

mientras el petricor del recuerdo

de tu dulzura asalta mis pulmones.

No puedo evitarlo.

 

No puedo evitar pensar en ti

y en todo lo que he perdido.

No puedo evitarlo.

 

No puedo evitar pensar en ti

y en todo lo que has ganado.

No puedo evitarlo.

 

Simplemente, no puedo dejar de pensar en ti

y con esas historias que invento me basta,

pues de ellas he descubierto

el bien que te hace mi ausencia.

No puedo evitarlo.

 

Intenté alejarme,

dejar de pensar en ti,

pero lo siento:

No puedo evitarlo.

 

A los pensamientos que no puedo evitar y que mantienen mi mente cuerda, calma y activa.

 

Canción – XII.

Es tan corto el amor y tan largo el olvido…

–Pablo Neruda.

«Que no puede sentir lo que sentía conmigo

y yo me hago el duro, pero por nada la olvido»1

dictan los versos de una canción que has puesto en Instagram;

tras esos versos se esconde tanta verdad…

 

Se vislumbra mi «bienestar»

aunque en realidad

está todo mal;

pero así elegí vivir,

para así no poderte herir;

así que no me puedo quejar.

 

Ojalá tener «los vídeos esos que grabábamos»;

Así, al menos, podría aferrarme a algo

para que el olvido me resulte menos aciago;

Neruda tenía razón al decir que era tan largo…

 

Es cierto que contigo cada día sería mi cumpleaños

pues despertar a tu lado sería un regalo;

sería un regalo tan hermoso

que con sólo pensarlo muero de gozo.

 

Que no estemos juntos no me resulta extraño,

ya que por ti nos dejé a los dos

y recalco

 

1 Versos de la canción «Ayer llamó mi ex», del trapero argentino Kea, a la que se hace referencia durante todo el poema.

 

que no me arrepiento de esa decisión,

decisión que me condenó

–a mí y a nuestro Amor–,

pero seguro que sin mí estarás mejor

y encontrarás a alguien mejor que yo

que de ti y tu Amor sea realmente merecedor.

 

Lo siento por no haber sido yo

y ser una página manchada en tu block…

Si estás leyendo esto, te pido perdón

y que entiendas, por favor,

que realmente lo hago por vos,

para no quebrar más aún tu voz

y no llenar de veneno tu tan bello corazón.

 

A la canción que creo que me dedicaste y que me dolió tanto.

Mi fortuita suerte – XIII.

You only know you love her when you let her go.

Sólo sabes que la quieres cuando la dejas ir.

–Passenger.

 

Síentome afortunado de que conozcas mi nombre

–y me llames por él–,

de que sepas sobre la existencia de este hombre

apasionado de tu tez.

 

Soy un afortunado, no tengo otro adjetivo

que me describa,

pues tengo la fortuna de haber coincidido

contigo en la misma vida.

 

Qué suerte aquel golpe de azar de conocerte en clase;

qué magia haber podido hacer cosas juntos;

qué poder el de poder verte y mir-arte

–al verte, mi niño interior se abraza con el adulto–.

 

Qué bien sienta saber que lo nuestro nunca será realidad

y que sólo soy tu amigo,

pues así junto a ti puedo la vida disfrutar

sin resultarte dañino.

 

A mi fortuna, a mi suerte, a la luz que alumbra mi camino.

 

 

 

Depresión – XIV.

Vivir en un túnel,

dormir en un túnel;

así hasta ser una piedra más del túnel.

–Kase. O.

Habito un bucle negativo

cuyo hábito es

hacerme querer

dejar de estar vivo.

 

Llevo demasiados años así y ya me he acostumbrado

a los golpes que la dejadez me ha dejado…

Sería diferente si al principio hubiera hablado…

Se horrorizaría tanto al leerme mi yo del pasado

–para qué mentir, yo también lo hago–…

 

No sé qué me pasa y creo que por eso escribo:

por ver si escribir me da un incentivo

o, aunque fuera, un solo motivo

para vivir o, al menos, una pista para saber por qué desvivo.

 

Ya es costumbre dejar a medias el plato

–o minimizar la ración–

y no dormir durante más de veinticuatro

horas por Insomnio, efecto secundario del dolor.

 

Ya no tengo ganas ni del verso,

hace tiempo que no hago nada nuevo,

aunque he de hacerlo,

porque esto no es más que un «pero»

y, aunque no lo deseo,

debo vivir para ganarle a esta desgracia, quizá ese sea el juego.

 

La tristeza es causada por la inteligencia. Cuanto más entiendes ciertas cosas, más desearías no comprenderlas.

–Charles Bukowski.

 

A la maldita Depresión, que me ha robado el mes de abril.

 

Paz – XV.

Los libros van siendo el único lugar de la casa donde todavía se puede estar tranquilo.

–Julio Cortázar.

Arden y flaman las llamas del soliloquio en mí

con el pasto de mi mente como sendero subyacente

mientras el verso acude a mi escribir

y el malestar siento ausente.

 

Usurpo la paz en la tumba de mi noche calma

con toda la tranquilidad que siente mi alma

al expresarse mediante este placebo que olvida

por momentos el deseo final de fin de vida.

 

En un mar en calma nadie se ahoga,

y lo mismo ocurre con la mente.

Podría pasar filosofando horas y horas

y nunca hallar la tangente

 

del porqué de este suceso

tan increíble y opuesto

a ciencia de la vida

que tiene mi cabeza destruida.

 

A la paz que sólo un folio me da.

 

Trilogía de una historia de Instagram – XVI.

El corazón ya va mejor, sólo me duele cuando late.

–Sharif Fernández.

DESDE el encierro

de mi mente te digo que lo siento

–y te siento–

por no hacer manifiesto

en tu confinamiento.

 

Quiero saber de tu bienestar

sin ánimo de molestar

por si mal estás.

Ya debes saber que mi presencia es fatal

y que sin ella y sin mí mejor estarás.

 

Las calles huelen a ti:

esas mismas calles por las que deambulamos

y nos callamos los teamos

tienen, aún, el olor de tu perfume de jaramago

y el inexorable sabor de tu carmín.

 

No estás encerrada en casa,

pues puedes salir al patio de mi corazón;

de mi mente no escapas;

y si acaso es acoso: perdón.

Adiós, morena, adiós, adiós.

 

 

NO te escribo, y acaso te quiero todavía.

Entre el poniente y el ocaso de mis días

deambulas por mi mente inimaginable y disoluta,

inigualable y absoluta

y creo que sí, que siempre te quiero todavía.

 

No sé si me olvidaré de amarte,

pero no olvidaré haberlo hecho,

porque tu mera existencia me hace tocar techo

y haces que mis versos lleguen a-Marte.

Creo que no, que nunca podré olvidarte.

 

Narro la historia del pánico al anhelo,

de otra de las veces en las que no duermo llorando

por estar en ti pensando

mientras tu recuerdo me está alumbrando.

Siempre serás mi estrella favorita aunque ilumines otros cielos.

 

 

ARDES en fuego por mi pecho

y deseo que yazcas junto a mí

en mi lecho

de mala Muerte.

Si no estás aquí,

soy un ser que, inerte,

solo mira al techo.

 

Estás mal, pasando por una mala etapa

y no estoy a tu vera (de veras lo siento).

Te prometo que estaría si pudiera,

si ser beneficiario a ti supiera:

en tu palabra «vida» soy una errata

y no un complemento directo.

Te juro que no poder estar para ti me mata.

 

Es el tercer poema que escribo en dos horas

–hacía semanas que uno no escribía–,

pero has subido una historia

y afirmo que eres el Amor de mi vida, Vida mía.

Y sólo deseo haberte conocido otrora

en el que con mi Ansiedad mi cabeza no compartirías.

 

A la trilogía que una historia de Instagram me hizo escribir para salvar nuestras vidas aunque haya sido sólo en la fantasía en la que mi cabeza me tiene confinado. Maldito seas, Covid; si te la hubieras llevado yo mismo hubiera acabado contigo.

 

Nada – XVII.

No queda nada de lo que fue nada.

–José Hierro.

Ya no me ilusiona nada;

mi único confort es la nada;

mis mejores momentos son haciendo nada.

Para seguir me queda nada;

el «todo» me significa nada;

ya no siento nada más que la nada,

que por mis adentros nada y me llena de nada.

 

Soy un 1% ojeras, un 2% Depresión, un 3% Ansiedad y un 95% Nada.

Mis palabras se resumen en nada hacia la nada;

poco contenido les queda, ya que ahora ellas son también nada.

 

Contra esto puedo hacer nada,

tengo ganas de nada;

de mi vida pasada me queda nada.

Sólo la nada.

 

Soy nada

y me convertiré en nada.

 

A la nada, que nada me da y nada me quita.

 

Cero – XVIII.

La vaciedad inunda mi pecho:

soy a mi vida lo que el espectador al circo,

lo que la libertad al convicto;

la nada es bota y yo cieno.

 

Mi vida pasa y pasa y nada hago,

agonizo ante la nada,

de la que mi mente es esclava

y tengo profunda cual clavo.

 

Veo la luz lejana desde mis rejas;

sólo humo soy;

del sinsentido me volví presa.

 

Ni siquiera si ella llama voy,

ella que de mí es cerna.

Ya no me interesa el ayer, ni el mañana ni el hoy.

 

Al cero que es la suma de la indiferencia de la vida conmigo.

 

Soledad – XIX.

A veces siento como si estuviera completamente solo en el mundo. Otras veces sé que es así.

–Herman Hesse – El lobo estepario.

Que no dice la calenda a mi bacanal liberación

y afirma que, un mes más, va a reinar la introversión.

Ya no sé qué hacer para sacar lo de dentro…

Creo que eso es el motivo de que escriba esto.

 

La vergüenza y la desconfianza pueden conmigo

y el letargo del soliloquio ya me tiene abatido.

Ojalá en el olvido haber nacido

y de Soledad haber sido siempre un aguerrido.

 

Arde en mí la vaciedad interna;

Depresión es cada vez más extensa;

el ansia tiene toda mi piel tensa;

la vida se me está haciendo eterna…

 

A Soledad, la única compañera que tengo.

 

Miedo de ti – XX.

Y, aunque me duela,

dile al universo que perdí.

–Brock Ansiolítiko.

Acabamos de coincidir de nuevo

por los pasillos del instituto

y no te he saludado.

Tu inesperada vuelta me ha pillado de sopetón

y con dos días de tu insomne recuerdo a la ojera.

Estoy sentado en mi pupitre con el bullicio

de la insilente multitud pensando en ti

y actuando como si pasara nada.

Cuán difícil es apagar la lágrima

aun a sabiendas de la indiferencia externa.

 

Te vi de espaldas

y desde la lejanía vislumbré

el muro en el que erigiría mi castillo

si todo fuera diferente;

si yo no fuera tan diferente:

si no te quisiera tanto

que prefiriere mi ansiedad y mi dolor

a contagiarte mis nervios y penas,

mis dolores y mis inquietudes.

Sólo quiero contagiarte el deseo de que seas feliz

y que, por tu bien, sigas lejos de mí.

 

Solo en ti amo.

Sólo en esas colinas colindantes

que mantienen la cumbre

de ese saber tan bello.

Solo a ti te amo y, por ello,

nunca tendré el deseo de tenerte

por el miedo sapiente de tu lagrimar,

por el beso que siento en tu mirar,

por el fuego que ningún diluvio apagará.

Por el secreto de Amor que me llevaré a la tumba.

 

Al miedo de ti que me alejó de ti para poder soñar contigo.

 

Saludo – XXI.

Hoy la tierra y los cielos me sonríen,

hoy llega al fondo de mi alma el sol,

hoy la he visto... La he visto y me ha mirado...

¡Hoy creo en Dios!

–Don Gustavo Adolfo Bécquer.

Y, ese mismo día,

nos encontramos en la noche.

Esperabas por las calles que escribí,

sonriente, a un hombre

que no tiene mi nombre.

Al ver esa sonrisa sonreí

y, por fin, te saludé.

Dije tu nombre con voz calma y corta

y respondiste –feliz– con un «hola»

seco pero dulce (a un metro, tu alma besé):

en sueños aún se oye esa melodía,

que es lo único que necesito para dormir.

Me alegro tanto de verte bien y feliz…

 

Cuando se vuelve a ver a un ser querido tras una ausencia prolongada, lo importante no son las palabras que se intercambian, sino el sonido de su voz, que nos asegura su presencia.

–Simone Weil.

 

Al saludo que armó mi (c)alma.

 

Sueño – XXII.

Cuéntale al olvido

que hoy soñé contigo.

–Saurom.

 

Hoy, en tu eterna ausencia, me he dormido

con tu foto entre mis brazos

como si fueras tú corpóreamente.

Me he dormido, me he dormido y he soñado

que estabas durmiendo conmigo.

Mi espalda saboreaba el roce de tus manos

y nuestros corazones latían al mismo tiempo

mientras se fusionaban nuestras mentes.

 

Evocabas tanta libertad…

Y aun siendo tan libre, estabas ahí:

yaciendo, feliz, junto a mí,

como si desearas mi mismo desear…

 

Desperté y el olvido se tornó morriña.

 

Al sueño que me despertó del letargo.

 

 

Cárcel mental – XXIII.

Si pudiera apagar mi mente

–aunque sólo fuera un momento–,

sentiría, quizá, algún segundo de temple,

cual estadía en templo.

Estoy tan cansado desde hace tanto tiempo...

 

He de dejar de sobrepensar,

pero a saber cómo se hace eso

cuando costumbre se ha vuelto

dar mil vueltas a la misma rotonda sin frenar

y sin un solo libre aparcamiento.

Vivo desviviendo.

 

Llevo toda la vida encerrado en mi mente:

padezco de la vencible imposiblemente

necesidad de habitar en el pasado vivido,

quizá ese sea el motivo:

que el recuerdo es más fuerte

que el olvido.

 

A la cárcel mental de la que no puedo escapar.

 

 

Tusa – XXIV.

Quiso cantar, cantar

para olvidar

su vida verdadera de mentiras

y recordar

su mentirosa vida de verdades.

–Octavio Paz.

Rodeado de mi gente, pero sin mi nena,

sonó Tusa y juro que te escuché cantando entre la multitud.

Al segundo descubrí que, obviamente, no eras tú

y, como dicta la canción,

te escuché y me dio la tonta Depresión.

Que no estés cantando en mi oído me da tanta pena…

 

A la Tusa, que no me gustó nunca… hasta que la oí camuflada en tu voz de mi obsesión imaginaria.

 

Trenza – XXV.

Cuando te arreglas el pelo

con la mano, distraída,

se me enreda por completo

lo que pienso de la vida.

–Fernando Pessoa.

Hoy he vuelto a verte y he quedado atónito

por el brillo de tu jersey amapola;

mi Flor, aún me brillan y llueve de mis ojos clórico

por lo que pudimos ser otrora,

pero fui demasiado idiota.

 

Cada cruce de miradas me recuerda nuestro amargo pasado

y ahora –por mí mismo– soy pisado por lo tonto que fui,

pero el tiempo, afortunadamente, me ha recordado

que, para ti, es mejor así,

pues… ¿Cómo ser contigo siendo incapaz yo de ser feliz?

 

Ahora estaría jugando con esa trenza

–cuán hermosa te ves con y sin ella…–

y tú escondiendo tu melancolía

a sabiendas de que nos amamos,

pero a ser no estamos destinados

(o, al menos, a ser felices juntos).

Disculpa y entiéndeme: de verdad

que para este triste pajarillo eres junco:

algún día –cuando lo entiendas– me lo agradecerás.

 

A la trenza que paró el tiempo y me robó el habla (mi corazón, a sabiendas de mi incapacidad momentánea, agarró el bolígrafo por mí y te escribió esto <3).

Calor – XXVI.

Ser es también no haber sido.

–Jorge Guillén.

Hoy recuerdo el calor que manabas

cuando mi mesa visitabas:

a mil grados bajo cero me derretía

y mostrabas esa tan bella mirada

con la que soñaré hasta mi último día.

 

Juro que amaba cada palabra

que de tu boca salía,

borrando los márgenes de mi sangría.

También, entre las mesas, me mirabas

y que nada más necesitaba sentía.

 

Y en tanto que de series me hablabas,

mientras prometía que las vería,

a cada fonema más me enamoraba

y sentía que esta mi vida ser debía.

Desde entonces sé que eres el Amor de mi vida, vida mía.

 

Ahora te extraño igual que en el frío de las tardes te extrañaba

mientras el ojo a tus fotos y recomendaciones echo y echaba,

pues estar y ser sin ti son sinónimos de melancolía

y de la triste Soledad que me acecha y acechaba.

Entonces, nació mi miedo y morimos, aunque aún no lo sabía.

 

Al calor que derritió –y todavía derrite– mi ser.

 

Uno de esos días – XXVII.

Hoy es uno de esos días en que

mi corazón y mi cabeza

no están de acuerdo,

teniendo una y mil discusiones eternas,

con mil y un trabajos al tiento,

que, por sus diferencias,

me fuerzan a no hacerlos.

 

Hoy es uno de esos días en que

Depresión me acuesta,

Insomnio me arropa

y Ansiedad me acuna,

sintiéndome como si subiere una cuesta

y, sin descansar, subiera otra, y otra, y otra

sin parar y sin recibir la más mínima ayuda.

 

Hoy es uno de esos días en que

nuestra lejanía sí me hiere;

yo, que creía que el dolor pasado fuere

viendo que, a diferencia de lo que creía,

no le soy tan fuerte

como otros días escribía.

 

Hoy es uno de esos días en que

muero por vivir,

como por comer,

bebo por beber

y vivo por morir.

 

Hoy es uno de esos días en que

cada vez tengo menos ganas de todo

y más ganas de nada,

rodeándome de un halo de pesimismo

que hace que para finalizar sólo halle un modo:

lanzarme a la desesperada

por el precipicio del abismo.

 

Hoy es uno de esos días en que

el folio es mi único confidente

por miedo a contagiar a mi gente

de este aprensivo dolor

que me vuelve inerte

con pesimismo como olor.

 

Hoy es uno de esos días en que

poco me importan las consecuencias de mis actos,

dándome igual que por ello(s) me llamen loco,

hago a la anarquía un retrato

con el que al diablo evoco

deseando cerrar con él por algo de alegría un pacto,

pues no existen barreras o leyes para un hombre roto.

 

Hoy es uno de esos días en que

predico a Soledad como religión,

a la angustia como motor de vida,

a la lágrima como mejor amiga

y culpo de todo a Introversión.

Culpo de cada problema a la malicia

cuando en realidad el único culpable soy yo

por ser débil ante mis tonterías y su grandeza presta

sabiendo que son inverosímiles okupas de mi testa.

 

A uno de esos días en los que ya no puedo más con esta vida.

 

Idiota – XXVIII.

Tenerte en mis recuerdos

ya supone tus cadenas.

Y si quieres que lo admita: sí,

la culpa es mía,

por buscarme a mí en tus manos

cuando no estoy en las mías.

–Karen Méndez (en una cover de “Culpable”, de Sharif Fernández).

Hoy es otro de esos días en que

el aroma de tu recuerdo me castiga,

el folio me produce vértigo

y Soledad me es claustrofóbica.

 

Extraño tanto verte en clase,

donde, mientras me escribías “I love you” con cinta adhesiva

y te divertías jugando con mi vello en las horas libres,

sentía la pureza y la plenitud de la felicidad.

Echo de menos aquellas noches de verano

en las que jugábamos con indirectas,

fantaseábamos con ver Avengers

–resulta que soy el Hulk de tu Viuda Negra–

y paseábamos por el pueblo soñando dos palabras

que aún sigo soñando que decimos y que nunca diremos.

Extraño chatear sobre insignificantes chorradas,

fantaseo con volver a despertarme con un mensaje tuyo

–para seguir soñando en el plano real–

y sentir la vida en mis manos.

Echo demasiado de menos ver la sonrisa más hermosa del mundo

y sonreír de oreja a oreja a tu vez y vera…

Extraño mucho sonreír de verdad.

 

Todo sería tan distinto si aquel 21 de junio del 19

te hubiera dicho que eres el Amor de mi vida,

así como tú dijiste –supuestamente– para librarte de ese zarapastroso

–aún, años después, sueño con que esa dicha fuera cierta…–.

Todo sería tan diferente si aquel 27 de junio del 19

te hubiera dicho que eras tú y no la primera actriz que se me ocurrió…

Todo sería tan desigual si este inseguro imbécil

hubiera sido sincero con los dos…

 

Siento tanto pavor al saber que cualquier pequeña conversación

puede ser fácilmente la última…

Me da tanto miedo pensar que de pronto puede nunca volverse a repetir

mi tan ansiado cruce de miradas

Estoy tan asustado porque no sé si aquel 18 de marzo del 22

fue nuestro último –y tercer– abrazo…

 

En este poema no hay puntos ni comas:

está puntuado con lágrimas.

 

Echo tanto de menos compartir tu existencia…

 

En esta vida no pudo ser, Loca;

ojalá que pueda encontrarte en otra.

–Skone..

 

Al idiota que (te) seré siempre.

 

Sonrisa – XXIX

La lengua puede ocultar la verdad, pero los ojos, ¡nunca!

–Mijaíl Bulgákov.

Soñaba con verla hoy,

que corriera a mi abrazo

como yo hice,

que me felicitara

como hice yo

–es mi única motivación

en este día tan angosto–.

 

La he visto,

no se ha acordado

de mi fecha.

Me ha saludado

con una sonrisa.

Me sirve.

Esa sonrisa ha sido el mejor regalo de mi vida.

 

Ahora es con un buen muchacho

que la hace sonreír tanto

como yo soñé que sonreiría

viéndola a ella sonreír.

Y así ha sido:

feliz he sido,

feliz es ella;

no me puedo quejar.

 

Cada año me pesa más,

Ansiedad crece conmigo

y ella no está en mi cama,

está en mi calma,

siendo feliz, como yo

siempre quise que fuera.

Aun sin ella, he ganado yo,

así que hemos ganado

los dos.

 

A la sonrisa que me hizo escribir y sonreír tras tanto tiempo…

 

Musa – XXX.

A veces, una persona puede salvar a otra por el mero hecho de existir.

–Keigo Higashino.

Yo quería regalarte el mejor poema jamás escrito

y terminé por dedicarte mi bibliografía completa;

yo quería llevarte hasta más allá del infinito,

pero hasta allí sólo llegarán nuestras letras;

gracias a ti, pero sin ti a mi lado.

Llegados aquí, viendo mi fin, nada han arreglado

tantas dedicatorias que te he anónimamente regalado

–de alguna manera habría de gritar todo lo callado,

porque, a veces, quien más habla

es, también, quien más calla,

y no sabes cuánto he callado…

No sabes cuánto te amo y he amado…

No eres consciente de las situaciones que he imaginado

ni de cuántos versos y sueños (todos) has inspirado–.

 

Eres única: eres todo lo que algún día quise

y todos los días querré:

no sabes lo simple

y complicado que es

verte cada día tan natural, sin nada de rimel

y que eres todo lo que necesito saber.

 

Eres el sentimiento más bonito que he sentido,

el alma más hermosa que jamás desconocí;

la mejor persona que he conocido

y la única a la que escribí.

Anoche soñé contigo

–a pesar de que no dormí–:

al verte soñé que nos vi.

Por eso hoy escribo.

Sólo por verte, solo por ti.

Yo sueño que estoy aquí

destas prisiones cargado,

y soñé que en otro estado

más lisonjero me vi.

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño:

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.

–Calderón de la Barca.

 

Al Amor la musa de mi vida.

 

Recuerdo – XXXI.

Si quieres saber dónde está tu corazón, mira dónde va tu mente cuando se pasea.

–Walt Whitman.

Y entre tristes alcohólicos y canciones absurdas,

te paseas por mi mente

y haces que baile también.

 

Porque son las cosas que haría contigo:

cantar a la absurdez del mundo

de la mano de mi mundo.

 

Si lo hago es por ti, por mí

y por todos nuestros recuerdos

que a existir no llegaron.

 

Ya no sabes de mí,

ni de ti yo; pero te pienso cada día

y sé de la tú que siempre has sido.

 

Me aferro a eso: a imaginarios

escenarios que crea mi mente

para poder salir, bailar, correr

 

como si siguieras a mi lado;

así que tu recuerdo y yo nos vamos

a cantar las canciones más penosas del mundo

 

por ti, por mí

y por todo lo que no seremos,

porque ser es también no haber sido.

(Suena «Callaita», como me alegra saber que tú nunca serás, de Bad Bunny y el loco que escribió esto empieza a bailar y a cantar con la nada y una sonrisa que lo dice todo; entonces, recuerdo unos versos de Lechowski en El arte de desamar que dicen así:

Un recuerdo es un muerto viviente,

pesada sombra pasada

que se alimenta de luz presente.

La nostalgia es el aullido de la mente.

 

y los entiendo por primera vez).

 

Al recuerdo que me mantiene cuerdo y me empuja a existir.

 

La última vez – XXXII.

Ése fue el último rostro

al que amé sin desearlo.

[…]

Se llamaba Primavera.

–Andrés Suárez.

Hoy recuerdo el sufrir del ayer:

ayer te vi por última vez.

Viniste a verme y recé

a esa sonrisa que, con traspiés,

venía. Mi alma fue a correr

a la tuya y en silencio lloré.

Hablamos un rato, estuvo bien;

tuviste, a prisa, que irte y también marché:

desde la lejanía «hasta luego» grité,

mas, lacrimoso, «hasta siempre» susurré.

Nunca voy a olvidar la última vez que la vi

y la voy a ver: me vio y gritó mientras

venía corriendo sonriente hacia mí. Lloré.

Conversamos un rato y sentí que aquella

conversa era la última. Mi corazón se despidió

del suyo con el dolor de un «ya nunca nos veremos»,

un «ya nunca nos sentiremos», un «nunca seremos».

Le dije, a gritos, «hasta luego»

mientras mis ojos le susurraron «hasta siempre»

con mis pómulos bañándose en calma.

 

Hasta siempre, Amor mío. Soñaré cada día con volverte a ver en tu cielo, o te seguiré escribiendo desde el mío, en el que sí eres eterna e inmortal.

 

A la última vez que latió mi corazón.

Poesía – XXXIII.

Sentir la vida pasar y despedirla en papel,

sentir mi alma volar y no saber qué hacer,

necesitar hablar con alguien y no saber con quién.

Plasmar mi sentir en verso ya es parte de mi ser.

 

Gracias por enseñarme a expresarme.

Gracias por tantas lecciones darme.

Gracias por ser yo mismo dejarme.

Gracias por ser la paz que mi mar calme.

 

Contigo he aprendido a aprovechar a Ansiedad,

me has enseñado a sentir sin herir

–me has enseñado directamente a sentir–:

me has enseñado a hablar sin hablar.

 

Eres el motivo de soportar mi estadía,

el calor para mis tardes frías,

el sentimiento que jamás pensé que contaría,

la cura para el niñato que a sí mismo desconocía.

 

Eres más yo que yo,

eres plasmo de mis tristezas y alegrías,

eres sentimiento puro de (r)evolución.

Simplemente, eres mi vida.

 

Feliz cumpleaños; gracias por todo, Poesía.

 

A Poesía, mi salvadora y la más íntima amiga que tengo.

(21/03/2020).

Niño – XXXIV.

Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida,

y entonces comprende cómo están de ausentes las cosas queridas

–Armando Tejada Gómez.

Ni siquiera sé cómo empezar estos versos, porque eso significaría el acabar de una etapa de mi vida que ya extraño y que dejará de existir en cuanto puntúe por última vez este poema: me he aferrado a él, al proceso creativo que lleva tres años bailando por mi mente, a los tres años que llevo inmerso en él (aunque haya incluido poemas que ya han cumplido cuatro y cinco años). En mitad de su creación me han surgido nuevas ideas, nuevas necesidades y nuevos motivos para escribir que han acaparado todo mi tiempo, pero ninguno será jamás tan especial como este, ni tendrá tanto (todo) de mí en él. Nunca volveré a escribir con la inocencia, con la pureza de aquel niñato que en una noche de dolorosa vecina lejanía escribió «Flor» y sintió la necesidad de dedicarlo al final (empezando, así, esta aventura tan hermosa), porque necesitaba decirle a Flor –tan igual y diferente a él– por qué no la deshojó, que salió a la calle y vio a Flor y necesitó escribirle al instante en que su vida se paró y soñó con cambiar sus carnes; nunca más volveré a escribirle directamente a Ansiedad, a Depresión y al autodesconocimiento, pues aquí hemos tenido todas las conversaciones que necesitamos y que, por el bien de todos, nunca se deberán repetir; nunca volveré a escribir como el niño que escribió los primeros versos de este poemario, porque ya no lo soy: ya no soy tan brillante, tan vibrante, tan emotivo, tan sentimental, tan inocente, tan enérgico, tan entusiasta, tan impulsivo… ya no soy tan chaval (ser mayor es un asco; ayer perdí mi unicornio azul, por lo que ya sólo me queda este poemario de aquello que ya no soy, a lo que me aferro con esto y que ya, aun quedándome todavía unos versos de distancia entre mi yo niño y el adulto, extraño).

El proceso de creación de Dedicatorias ha sido largo, lento y sombrío, pero tiene lo mejor de mí, mis momentos de mayor lucidez y capacidad (porque están plasmados mis sentimientos más míos, más profundos, más secretos, y, sobre todo, más puros, en el momento de mayor sensación), los momentos en que mi corazón latía versos y se los susurraba a mi desgastado bolígrafo. Han sido esos cinco minutos en que mi alma volaba, se consolaba, se quitaba un peso de encima, ese genio que regala inspiración en el momento menos preciso (en la calle, en mitad de una fiesta, en tantas clases…), esa calma en los días de tormenta en los que me sentía capaz de sentarme y ordenar todo el kaos que tenía dentro, de poder escribir encima de un borrador y crear algo imborrable (al menos, en mi corazón), esa primera bocanada de aire tras estar seguro de que me ahogaba. Han sido las mejores pinceladas de mi obra, el cuadro del que estaré orgulloso toda mi vida, aunque no vaya a ser mi mejor pintura.

Estoy escribiendo esto temblando y con escalofríos, dudo mucho que tenga algo de coherencia y quizá lo alargue más de la cuenta, creo que es la esencia de aquel niño inocente que no quiere desaparecer, que no quiere dejar de formar parte de mí y que teme qué pasará después de terminar de escribir sus últimas palabras como niño, que está gritando y luchando por su supervivencia, por no ser olvidado (yo también);

por favor…

 

Perdóname por no valer todo el dolor que has pagado.

Perdóname por ser lo contrario a lo que tú soñabas.

Perdóname por no saber cuánto hemos hecho mal.

Perdóname por fallarle a todas tus expectativas.

Perdóname por apagar la luz de tu inocencia.

Perdóname por haber perdido tu esencia.

Perdóname por haberme olvidado de ti.

Perdóname por ya no saber sonreír.

Perdóname por ya no saber ser tú.

La infancia busca un lugar donde caerse viva.

Lo digo así, porque la infancia es el cielo boca abajo,

las simas marinas panza arriba.

Si bien es cierto,

que pasa solo una vez,

nunca, nunca muere.

Es a partir de esa vez,

a partir de haber pasado,

que se eterniza.

–Txema Anguera.

Al niño que no quiere dejar de escribir este libro, que no quiere terminar, que no quiere dejar de dedicar, que no quiere morir. De parte del crecido Peter Pan, que no quiere olvidar, que no quiere que mueras, que no quiere dejar de sentirse un niño, pero está obligado a hacerlo (y odia el ciclo de la vida): Lo siento, ojalá ser tan tú como tú, como yo ya no soy ni sé ser.

Escrito –y sentido– el domingo 20 de noviembre de 2022, el día mundial de la infancia (qué cosas tiene el destino…).

Dedicatorias – XXXV.

El pasado es hermoso porque nunca comprendemos una emoción en el momento. Se expande más tarde, y por eso no tenemos emociones completas sobre el presente, tan solo sobre el pasado.

–Virginia Woolf.

Hace mucho tiempo

que trato de escribir estos versos.

De verdad que lo intento,

pero no quiero hacerlo.

Lo siento.

 

Y no, no he tenido un bloqueo,

el problema es que terminar no quiero:

no quiero olvidar mis sentimientos,

ni dejar de sentirlos, pero

ponerle fin a esta etapa debo.

 

Dedicatorias ha sido una catarsis, un camino

interior hacia mí, hacia el yo

más profundo de mi ser –aún dormido–,

un proceso de autorredistribución

bello, duro, flagrante…una bendición

que tengo que dar por terminada: Faetón,

esta vez, ha llegado a su destino,

 

y no sabe cuánto me duele decirlo,

pero aquí quedó, se acabó;

ya cesó el silencioso idilio

de escribir cartas a mi alrededor:

 

he aprendido a hablar

(¡he aprendido a hablar!),

pero me sigo sin saber despedir

y, por tanto, no lo voy a hacer.

Solo me limito a decir…

Gracias

 

a las dedicatorias que callé, que he aprendido a gritar y que han dado sentido, interés y pureza durante tanto tiempo a mi vida, que no quiero dejar de dedicar y que siempre me recordarán quién y qué soy, qué y quién he sido, a pesar de lo que sea en un futuro.

 

 

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Tag der Veröffentlichung: 19.06.2023

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